Las buenas gentes de Castril de la Peña (Provincia de Granada, Andalucía, España) son muy correosas y duras de pelar… ¡Vamos, que no se vienen abajo, así como así! Porque salvo que la vida y la naturaleza les regalaron un lugar maravilloso en el que vivir, respecto del resto… ¡Uf! El resto lo tienen muy trabajoso y dificil. Bueno, en realidad tanto como la mayor parte de los pueblos en los que se dan todas esos “defectos” incompatibles con lo que la sociedad actual malentiende como modernidad:
Eso de ser pueblos serranos de reducido tamaño; alejados de las grandes vías de comunicación y del mundanal ruido (esto es: de las grandes ciudades); y en los que el tiempo fluye lento como el agua del río en uno de sus recodos, el aire huele a pan recién horneado, a tomillo y a romero, en el cielo bailan con parsimonia sus otros habitantes leonados, y donde tus paisanos saben de ti y tú de ellos…
Pero dejando de lado las ironías, pues claro que los castrileños viven en primera persona el “síndrome de la España vaciada”, porque siendo un municipio pequeño (apenas 2500 habitantes) se las ven y se las desean para prestar unos servicios básicos de calidad, ya que Castril es también Fátima, Almontaras, Fuente Vera, Cebas, Isidoros, Cortijillos… y así hasta diez pequeños pueblos. Y porque es tanto lo bueno que atesoran (excepcional diría yo), que tienen que ser cuidadores de su exquisita naturaleza (Parque Natural de la sierra de Castril); veladores de las límpidas aguas de su río (ya que se las rifan los cultivos bajo plástico de otras provincias); y amantes de su bello patrimonio (porque Castril y sus ruedos están declarados B.I.C. Conjunto Histórico) …
Y entre medias de todo eso… hay que tirar para adelante: bastantes agricultores, muchos pastores, algún que otro apicultor, un puñado de funcionarios, guardas forestales, muchos jubilados y también temporeros, gentes de oficios diversos y, desde no hace tanto, también hosteleros… Aunque en realidad casi todos sus habitantes viven un poco de todas esas cosas. Porque la vida en los pueblos de la montaña suele ser la suma de muchas pequeñas cosas.
Ya visteis por tanto porqué os decía que los castrileños son correosos, ya que de ser de otra pasta se habrían abandonado, dejándose llevar por ese desarrollismo que banaliza a tantos otros pueblos. Ese que tira por la borda sus tradiciones, su cultura, su memoria colectiva, su autenticidad y la pureza de sus montañas y valles… Pero aquí no. ¡Que no, que no!. Y os lo cuento porque los conozco bien.
Mirad, hoy mismo he pasado varias horas con su alcalde Miguel, dos jóvenes concejalas (María e Irene) y dos de sus más cualificados funcionarios (Juan y Fernando), retomando los trabajos para culminar una valiente planificación de su territorio municipal que está basada, sin dobleces ni excusas, en mimar todos esos valores que atesoran, porque sin ellos ya no sabrían ser como son... Aunque también, por supuesto, como fuente de vida y de prosperidad.
Y para mí constituye algo muy valioso ese compromiso de todo un pueblo para salir adelante. No a toda costa sino mimando lo que les regalaron su naturaleza, su historia y sus tradiciones. Y por eso están empeñados en trazar un Plan de futuro que garantice que sus gentes puedan vivir con prosperidad, pero en armonía con la mejor salud de su Parque Natural y del rico legado del patrimonio cultural y paisajístico de su Conjunto Histórico.
Y saben que más pronto que tarde llegarán los reconocimientos de las asociaciones e instituciones más exigentes como reserva Starlight, calificación como Cities Slow o su inclusión en el selecto club de los Pueblos más Bonitos de España.
Pero entre tanto, la vida sigue y Miguel, su alcalde, se multiplica ideando cosas. Una de ellas es organizar un Trail que una el pueblo con Cazorla, siguiendo la ruta que recorrieron los Reyes Católicos en 1489 en su camino hacia la conquista de Baza. Y también me habló con gran preocupación por la posible implantación de macrogranjas de cerdos en los municipios colindantes, una seria amenaza que podría alterar irreversiblemente la ecología de la comarca… En fin, que ¡Por si éramos pocos… parió la abuela!
Pero no olvidéis lo más importante: que os recomiendo que visitéis pronto este bello lugar…