Ayer viví en primera persona la presentación de un libro esencial: AGRICULTURA TRADICIONAL DE LA ALPUJARRA, en el que Juanjo Bonilla, su autor, aunque aparentemente describa el ciclo anual de un agricultor de La Alpujarra, sin embargo, indirectamente está contando todo lo que ha aprendido de su tierra y todo lo que la ama y la respeta, invitando al lector a comprometerse con el mundo rural, con todo lo que esto significa.
Por eso este bello libro constituye un hermoso manual para valorar en su justa medida y, por eso mismo, a perpetuar los valores ancestrales que encierra el saber del hombre popular.
Ya que al dejarnos plasmado el rastro de las tareas, usos y costumbres de la agricultura tradicional está asimismo dándole vida a esta herencia recibida de los que nos antecedieron, para que pueda ser también legada a las generaciones futuras.
Y como yo he tenido el doble honor de escribir el prólogo y de acompañarle en su presentación, quisiera invitarte a leer lo que les dije a los allí presentes…
PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
AGRICULTURA TRADICIONAL DE LA ALPUJARRA Juanjo Bonilla
LAUJAR DE ANDARAX (Andalucía, España) 25 de enero
Querido amigo Juanjo, queridos amigos de Laujar de Andarax, queridos amigos de La Alpujarra, aunque lo que hoy nos ha reunido es la presentación de la última de las publicaciones de Juan José Bonilla que versa sobre la AGRICULTURA TRADICIONAL EN LA ALPUJARRA, sin embargo, me vais a permitir que yo, más que profundizar en el contenido de la publicación, porque eso ya lo hará Juanjo después mucho mejor que yo, os hable, o más bien os susurre, sobre vuestra tierra, vuestro paisaje, vuestra cultura y vuestras tradiciones, vuestra arquitectura que conforma bellos pueblos, y también sobre vuestra arquitectura del paisaje a través de los bancales, paratas y acequias…
Porque, aunque Juanjo en su libro aparentemente describa el ciclo anual de un agricultor de La Alpujarra, sin embargo, indirectamente está contando todo lo que ha aprendido de su tierra y todo lo que la ama y la respeta, invitando al lector a comprometerse con el mundo rural, con todo lo que esto significa.
Para a mí, que nací hace ya algunos años al otro lado de las montañas, en las tierras de Guadix, me llena de orgullo haber sido invitado para acompañaros porque, cuando echo la vista atrás, veo con nitidez que seguramente lo mejor que la vida me regaló fueron los vínculos que milagrosamente fui entretejiendo con vosotros y con vuestra tierra, La Alpujarra… a medida que iba aprendiendo a mimar vuestra arquitectura, vuestro urbanismo, vuestro paisaje y vuestras costumbres.
Y es que nunca pude sospechar que, al otro lado de Sierra Nevada, la vida me tenía reservado algo milagroso… Porque os confieso que soy urbanista gracias a algo que ocurrió muy cerca de aquí, hace ya muchos años, cuando soñaba con serlo algún día… Y por eso me gustaría compartirlo hoy con vosotros:
"Son muchas las leyendas que acompañan a la festividad de la Virgen de Las Nieves, tejidas por la historia de los pueblos de Sierra Nevada y labradas por el fervor de sus gentes... Así que qué mejor que evocar a esta virgen serrana para explicar el sosiego, la calma o la paz que siempre sucede a las terribles tormentas y ventiscas... que tantas y tantas veces pudieron finalizar en terribles dramas...
Pero para mí esta patrona de las nieves es especial ya que me evoca algo que sucedió y que ya era hora que os lo contara. Veréis...
Allá por 1986 yo era un joven arquitecto que vivía (y trabajaba) en La Línea de La Concepción, junto a Gibraltar, pero ansiaba encontrar la oportunidad para volver a mi tierra, de la que había salido para estudiar muchos años antes... y llegó a mis oídos que se iba a convocar un concurso de ideas para la regulación urbanística del Barranco del Poqueira, un hermoso valle que mira hacia el Sur, bajo la sombra de los grandes colosos: Mulhacén y Veleta...
Así que supe que era mi oportunidad y decidí tomarme una semana de vacaciones para empaparme de aquel lugar, de su cultura, de sus tradiciones, de su paisaje... Y ya desde el primer momento supe que aquellos pueblos: Capileira, Bubión y Pampaneira, con sus bancales agrícolas aterrazados, sus casas blancas y sus terraos de launa, su sencilla arquitectura tan llena de lógica y de armonía, o sus gentes francas y sabias, iban a meterse en mis entrañas para ya nunca salir...
Y allí conocí que aquella Virgen nívea, llamaba a sus gentes a subir en la madrugada de cada 5 de agosto a la montaña más alta. Y por eso aquel día de aquel verano pude ver amanecer en la cumbre del Mulhacén y, seguramente también, desde lo más íntimo, le pedí a aquella señora que me ayudase a recorrer ese camino que entonces lo anhelé tanto y que durante aquellos pocos días en La Alpujarra lo vi tan claro... Sería más que nada urbanista y daría todo para que también todo empezara trabajando en aquel lugar. Y lo logré.
Las sensatas propuestas de mi equipo fueron las ganadoras y con ellas empecé una etapa que ya para siempre me vincularía con las buenas gentes de La Alpujarra. Una comarca que ha apostado desde entonces por construir su futuro a partir de la viveza y la franqueza de sus tradiciones, y a la que yo, con el respaldo de tantos y tantos desde entonces, les ayudé a escribir las primeras páginas de ese reto…
Por eso creo que es justo que os contase que quizás todo empezó, o al menos yo lo creo así, cuando un 5 de agosto, en plena noche cerrada, inicié mi ascensión a la cumbre del Mulhacén, para honrar a aquella señora, blanca como las nieves, y para hablarle de mis sueños..."
https://laciudadcomprometida.eu/component/k2/172-hoy-os-hablare-de-mis-suenos
Y esos sueños se hicieron realidad trabajando con afán en favor de la conservación de vuestro urbanismo tradicional, así que, como comprenderéis, ya fue inevitable que mi camino y el de Juanjo se cruzasen, y creo que fue instantáneo nuestro alineamiento, ya que pareciera que ambos llevásemos toda la vida trabajando en favor de las mismas cosas.
Recuerdo con cariño, por ejemplo, que a principios de los años ’90, coincidimos en Capileira con motivo de unas jornadas comarcales que organizó el colectivo ABUXARRA para la defensa de la arquitectura tradicional. Y lo recuerdo perfectamente porque allí recibí una caricia inesperada que me ayudó a implicarme más y más con esta tierra.
Mirad, recuerdo que uno de los alcaldes allí presentes como me veía tan activo, se acercó a otro de los políticos y le dijo: - Oye Pedro, ¿Este es de los nuestros? Y pedro le contestó: - Noooo, pero es de los “buenos” Jajajaj…
Las jornadas fueron todo un éxito ya que marcaron un antes y un después ya que el GDR Grupo de Desarrollo Rural de La Alpujarra tomando como bandera sus conclusiones. Dando lugar a muchos años de iniciativas y actividades pedagógicas para poner en valor toda vuestra cultura… Y, como imaginaréis, allí estaba Juanjo siempre presente y empujando…
Siempre lo recuerdo trabajando o, más bien, haciendo pedagogía en favor de su tierra. Y no importaba desde qué lugar o posición, ya fuera como responsable de alguna institución pública o como lugareño comprometido, porque siempre lo recuerdo construyendo, sumando, aunando, ilusionando, y abriendo puertas, pero sobre todo conciencias.
Ya sabéis que siempre lo hace con esa sencillez que le caracteriza, que le permite hacer fácil lo complejo. Y con esa sabiduría y con ese saber hacer que enseguida te impregna, sumándote a su causa. Por eso yo solo soy uno más de esos centenares, por decir un número, de aquellos que consideramos a Juanjo un hombre bueno, en el mejor y más noble sentido de la palabra. O también, como me gusta a mi denominarlo: Un ciudadano comprometido.
Han pasado por tanto muchos años desde entonces y hay que reconocer que, durante todo ese tiempo, se han dado muchos pasos hacia un modelo de desarrollo equilibrado y compatible con el mantenimiento de los valores de esta tierra. Favoreciendo la participación y ensanchando la dimensión social del urbanismo y el desarrollo local desde una visión pedagógica. Y creo que en la mayor parte de los municipios de La Alpujarra se ha conseguido cambiar la tendencia especulativa existente hace apenas unos años por un importante movimiento en defensa de sus valores arquitectónicos y eco-culturales.
Todos sabemos que no es suficiente lo que se ha conseguido, pero lo más loable, desde mi punto de vista, es que al menos haya coincidencia general sobre que uno de los más grandes atributos de La Alpujarra lo constituye su atractivo paisaje agrario abancalado, que es el fruto de una eco-agricultura de regadío enraizada a través de siglos de buen hacer del hombre popular, y que por tanto constituye la esencia misma del paisaje cultural de esta tierra. De ahí que su mantenimiento esté estrechamente relacionado con el otro pilar de la economía de la comarca, el turístico.
Lamentablemente, en este discurrir tan acelerado de la sociedad actual, se tiende a olvidar de manera tozuda que todo lo bueno y sin duda todo lo mejor lo fuimos labrando a través de miles de puntadas hilvanadas en centenares de generaciones. Y quizás olvidamos que los paisajes rurales que hay más allá de las urbes, encierran toda la sabiduría que el hombre ha ido adquiriendo a lo largo de su historia. De modo que lo natural y lo naturalizado dialogan desde el respeto y el equilibrio, en una ecuación maravillosa que ahora llamamos pomposamente sostenibilidad.
Y para ilustrarlo no se me ocurre un mejor ejemplo que La Alpujarra. Una tierra en la que su paisaje y los elementos que lo conforman - arroyos y barrancos, vegetación, relieves, bancales agrícolas, las construcciones rurales y los núcleos de población- constituyen un bien colectivo que sintetiza a la perfección los tesoros naturales y culturales de los que goza este lugar ubicado entre la sierra y el mar, entre la vega y el cielo.
Por eso debemos seguir aplicándonos a fondo para que, dotándonos de los mejores criterios y del mayor compromiso, avancemos mucho más por la senda de la integración que por el precipicio de la ruptura.
A través de mis propias vivencias, ya que casi toda mi vida profesional ha estado vinculada con La Alpujarra, puedo dar fe de que las enseñanzas que puede brindarte el mundo rural son sin duda mucho más valiosas que lo que uno mismo pudiera aportarle. Por eso sé de primera mano la importancia de divulgar sus ricas enseñanzas, maceradas a lo largo de generaciones, para que puedan servir como referencia a la sociedad actual, a la que tantas veces se le olvida que todo lo que es, es por lo que ha sido.
Por eso este bello libro que nos ha regalado Juanjo, constituye un hermoso manual que ayudará a valorar en su justa medida y, por eso mismo, a perpetuar los valores ancestrales que encierra el saber del hombre popular.
Porque al dejarnos plasmado el rastro de las tareas, usos y costumbres de la agricultura tradicional está asimismo dándole vida a esta herencia recibida de los que nos antecedieron, para que pueda ser también legada a las generaciones futuras.