¿Por qué será que cada año, con el inicio de mi descanso estival, siempre busque a las montañas? Es como si necesitase desperezarme y soltar en pocos días todo el lastre acumulado en el día a día durante meses y meses de vida extenuante y de intenso trabajo. Pero el caso es que, ya sea por azar o porque la cabra tira hacia el monte, ya se hizo costumbre que cuanto más cansado llego al mes de agosto más necesito vivir unos primeros días de actividad frenética… en la naturaleza:
“Vine a perderme por unos días en las montañas profundas del norte a sabiendas de que con cada gota de mi sudor las amaría un poco más... y sabedor también de que observándolas sin prisa y estando atento a sus susurros, iría entrelazándome con el lugar, e hilvanando esos vínculos de cercanía, de comprensión y de amistad que vine a buscar...”
Para esta ocasión elegí viajar a Los Pirineos pero realizando un atractivo zigzag durante el viaje para empaparme del afecto de mis buenos hermanamigos: primero en Jarandilla de la Vera (Cáceres) -abrazos para Marisol, Paco, Fernando, Conchi, Vicente, Mariajesús, Emilio y Miguel-.
Y pocos días después en Cantabria -mis abrazos ahora para Nieves, Josemaría- para calentar motores, gozando por tres días de su maravilloso Camino Lebaniego con la gratísima compañía de mi recompadre Boni, el agradable reencuentro con Érika, la hospitalera del albergue de Cades, y las nuevos afectos que siempre llegan cuando haces el camino -más abrazos para Emilio, Jordi y Laura-.
Pero, como te decía, este año mi plato fuerte sería en el Valle de Benasque (Huesca). ¡Y vaya si lo ha sido! Porque de la mano de Rumbo a Picos, por tercer año consecutivo, he vuelto a vivir plenamente la montaña, integrado esta vez en un pequeño grupo de montañeros que llegamos allí desde lugares diversos y con los que enseguida pude entrelazar afectos.
Este valle, al que se acede por una sinuosa carretera casi encajada entre las montañas, enseguida se abre en una especie de racimo como consecuencia de los diversos arroyos que son gregarios del río Ésera, cuya cuenca hidrográfica es la que constituye el bellísimo y abrupto Parque Natural de Posets-Maladeta, en el que su icono más conocido lo constituye el pico Aneto, que con sus 3404 msnm es la segunda cota de la península y la más elevada de la cadena montañosa de Los Pirineos.
Se trata de un lugar lleno de vida salvaje en el que pude gozar de sus pinares y de su sotobosque, plagado de rododendros, enebros, serbales, frambuesas y arándanos, del vuelo de sus rapaces y de los cuasigraznidos de las marmotas, deleitarme con las aguas saltarinas de sus arroyos y de la solemnidad de sus ibones, de su historia geológica, del modelado de sus paisajes por el viento, la lluvia y sobre todo el hielo, que durante miles de milenios esculpió estos valles glaciares, por lo que sobrecoge saber que pronto habrán desaparecido definitivamente esas relictas manchas de hielo que aún resisten las embestidas del clima…
Un espacio natural en el que felizmente la huella del hombre está bastante matizada y tiene que ver sobre todo con el senderismo y las actividades deportivas en la montaña.
Pero también un valle lleno de actividad turística en el que sus dos referentes los constituyen la estación de esquí de Cerler y los alojamientos hoteleros o de segunda residencia que se desarrollan en casi toda su longitud, si bien de manera muchísimo más notable en la ciudad de Benasque, su verdadera capital de servicios.
Comprenderás que durante estos días se haya vuelto a reproducir entre nuestro grupo de montañeros ese debate recurrente en el que cada uno de nosotros también pudimos aportar nuestra particular manera de sentir al lugar.
Por mi parte, tengo la impresión de que ha sido tan importante el crecimiento urbano y de las actividades económicas relacionadas con el turismo de nieve y de montaña que los municipios del Valle de Benasque con el apoyo de las administraciones deberían coordinarse para definir un modelo de desarrollo sostenible y equilibrado, porque la fragilidad de su entorno territorial es más que evidente, y también porque la capacidad de acogida de este lugar para albergar urbanizaciones, hoteles, infraestructuras y servicios, sin menoscabo de la calidad de vida pretendida, es también limitada por lo que debería definirse un horizonte máximo.
A pesar de que ha habido avances en la adopción de un modelo formal y arquitectónico común, sin embargo existen significativas carencias que deberían ser abordadas con rigor y con responsabilidad para poder avanzar hacia modelos de ciudades comprometidas. Sirvan como ejemplo estas pinceladas:
- La debilidad del acceso por carretera para dar servicio a una población residente y flotante de muchos miles de personas.
- El único eje de comunicación interna lo constituye una calle-carretera, sobre la que interactúan numerosos núcleos, urbanizaciones y servicios, por lo que su ya deficiente funcionalidad va a seguir disminuyendo de manera insostenible.
- La inexistencia de un modelo territorial coordinado entre todos los municipios y las administraciones sectoriales dificulta la adopción de políticas globales.
- Dificultad para la prestación de dotaciones y servicios urbanos adecuados por el reducido peso de la población residente.
- Necesidad de implementar políticas en materia de movilidad urbana e interurbana sostenible; mejora de la oferta de dotaciones comunitarias públicas o privadas; la implementación de políticas activas en materia de vivienda y suelo; la diversificación de usos y actividades; la regulación del paisaje nocturno…
Como reflexión final, creo que viene al pelo que rescate para ti algo que escribí hace un par de años, justo al volver de Picos de Europa:
“Quizás todo sea cuestión de mesura y de sensatez, aunque también de rigor y de compromiso, pero en realidad el debate está abierto, pero no sólo aquí... ¿Tradición o modernidad? ¿Protección o desarrollo? ¿Autenticidad o pantomima? ¿Sostenibilidad?” https://laciudadcomprometida.eu/component/k2/5646-ser-montana-en-la-montana
Pero ahora, que ya te escribo desde mi edén particular, entre las montañas de Sierra Nevada, saboreando cada segundo de los últimos días de mi descanso, le acabo de contar a mis buenos compañeros de andanzas montañeras de este verano lo que me ha dicho sobre ellos el San Antonio que preside mi casa:
“Que guarden cuidado ya que cada uno continuará con solvencia y con gallardía su propio camino… por quebrado, pedregoso, pendiente o intenso que llegue a ser, y que, de ser el caso, siempre podremos contar con una mano amiga que nos ayude a superarlo, por muchas sendas de culebras que se nos crucen y por abruptos que puedan ser.”
Cada uno me habéis enseñado a mirar el mundo desde vuestras respectivas perspectivas y por eso yo ya me siento enriquecido.
Aunque me gustaría hacer una referencia especial para Ruth, nuestra guía en la montaña en Benasque (porque nos ha dado una enorme lección de profesionalidad llena de afecto, naturalidad y cercanía) sin embargo mi aprecio no solo es hacia ella. Por eso, quiero darles las gracias de corazón a cada uno de los que me habéis acompañado en estos días maravillosos de Benasque: Roger, Esther, Yolanda, Asun, Txefe, Loren, Edu, Maribel y Marta. Y gracias también a Rumbo a Picos por seguir un año más atento a nuestras demandas de aventura.
Un abrazaco desde el molino de San Antonio (Ferreira, Granada)
