No hará ni un año que visité Campo de Criptana (Castilla-La Mancha. España). ¿Por qué? Pues vaya usted a saber… pero a mí me parece que fue “porque estaba de Dios”.
Resulta que habíamos disfrutado de un maravilloso fin de semana en la siempre sorprendente ciudad de Toledo y ya tocaba volver, pero era tal el sosiego que flotaba en el ambiente que decidimos madrugar ese día para así poder alargar sin prisa la jornada de vuelta a casa, visitando un par de lugares cuyas siluetas recortadas en el paisaje manchego habían captado nuestra atención días antes durante el viaje de ida.
La primera parada fue en Almonacid de Toledo para ascender y visitar el imponente castillo que corona la colina en cuyas faldas se asienta su caserío. Antes de iniciar el ascenso nos encontramos con el regalo que nos supuso llegar a ese pueblito que parecía anclado en el tiempo, por lo que con sumo gusto fuimos recorriendo con parsimonia sus calles, saboreando la paz y el gracejo de aquel lugar. Era más que evidente el orgullo con el que los lugareños cuidaban la arquitectura de sus casas solariegas, llenas de matices y muchas de ellas con puertas blasonadas. También lo era la relevancia histórica que había tenido aquel castillo, dejando su impronta con la presencia de un rosario de edificios sobresalientes para los que, sin embargo, la huella del tiempo y la falta de uso no presagiaban nada bueno en muchos de ellos: la Casa de la Inquisición, la del Obispo, la Iglesia y Cementerio Antiguo, el antiguo Hospital… Pero a nuestros ojos curiosos, lo que más nos llamó la atención del pueblo fue un original sistema de captación de agua (“Encañado” le llamaban) mediante galerías que cruzan la montaña para abastecer a la fuente pública de la plaza.
La ascensión al castillo por un sendero permitió ir aprehendiéndonos del lugar, con la contemplación de su plácido paisaje e imaginando su azarosa historia para comprender el papel que pudo tener aquella obra magna de la arquitectura defensiva medieval. Comprobamos que es realmente muy extenso y consta de dos recintos amurallados rodeados por un foso en todo su perímetro. Impresiona recorrer su patio de armas, los restos de los aljibes, del silo, el interior abovedado de las torres, al igual que impresiona su delicado estado de conservación que en muchos casos llega hasta el arruinamiento, algo que solo pudimos apreciar desde la cercanía.
La segunda y aparentemente la última parada se produjo en Consuegra. Se trata de una pequeña ciudad bastante populosa vinculada históricamente con la trashumancia y con la molienda del cereal. Está asentada al pie del Cerro Calderico, que se eleva de manera abrupta y que tiene forma alargada por lo que era ideal para el emplazamiento de toda una batería de molinos de viento. Recorrer su cumbre y visitar uno tras otro sus molinos fue una experiencia mucho más que gratificante. Recuerdo especialmente la visita al interior de uno de esos ingenios para apreciar el complejo y a la par sencillo sistema de molienda con todos sus engranajes. Me recordaron a otros molinos que pude apreciar en el Campo de Cartagena, y más concretamente en Torre Pacheco (Región de Murcia, España), cuyo sistema de funcionamiento es bastante similar.
Allí supimos de La Ruta de los Molinos de Viento, que recorre los principales enclaves manchegos de esos “enemigos imaginarios” de Don Quijote que gracias a tan insigne obra de la literatura española quedaron convertidos en la seña de identidad de La Mancha ( por lo que están declarados BIC):
“Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino". (capítulo VIII del libro universal de Cervantes)
Resulta que unos días antes había leído un evocador artículo publicado por “Arquitectura popular manchega” (un interesante perfil que sigo en LINKEDIN) que al hablar sobre los encalados tradicionales incluía una vista tan bella y armoniosa del Barrio del Albaicín de la cercana ciudad manchega de Campo de Criptana, así que ya metidos en harina no nos resistimos a visitar este tercer lugar. Así que, sin haberlo previsto previamente, allí que nos plantamos.
Se trata de un bello municipio de la provincia de Ciudad Real que conserva una amplia muestra de los típicos molinos (de los que tres datan del siglo XVI: Molino Burleta, Molino Infanto y Molino Sardinero). A diferencia de Consuegra, aquí los molinos están ubicados en una meseta que corona la ciudad, por lo que las edificaciones del Barrio del Albaicín llegan hasta sus inmediaciones.
Es tan sugerente la arquitectura popular de su caserío que alguien lo caracterizó como “Un pueblo blanco y añil:
Aunque seguramente el sobrenombre con el que los lugareños se sienten más identificados es el de “Tierra de Gigantes”:
Durante el almuerzo tuvimos la fortuna de coincidir casualmente con Francisco Manuel Bravo Morales, gerente de una empresa constructora (INPORMAN), con el que congeniamos y que se desvivió en darnos mil detalles de la ciudad y de cómo conocerla y pasearla.
Apenas unos días después, ya desde Granada, escribí sendos mensajes. Uno para Francisco Manuel:
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“por nuestra deformación profesional como urbanistas curtidos en ciudades históricas apreciamos mucho las cosas buenas que mima Campo de criptana -que son muchas- aunque también sufrimos con las incoherencias que también se aprecian en sus barrios históricos, sobre todo en los detalles”
Y otro publicado en el perfil de “Arquitectura popular manchega”:
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“Ohhh! Te escribo lleno de desilusión… estoy ubicado justamente desde donde tomaste la fotografía en Campo de Criptana y aunque el entorno inmediato del cerro de los molinos es hermoso y tiene rincones sublimes, sin embargo, la ciudad inmediata es anodina poniendo de manifiesto que hay muy poca gestión patrimonial y urbana detrás. Falta de criterio urbanístico, heterogeneidad de materiales y soluciones.”
No fueron críticas gratuitas, al contrario, sino una invitación a este municipio y lógicamente al gobierno de Castilla-La Mancha a que apuesten más aún sicabe por la excelencia patrimonial y no se conformen con tener bien habilitados los molinos y su entorno más inmediato, aparte de los monumentos locales más sobresalientes. Una ciudad histórica tan valiosa como es Campo de Criptana debe dotarse de un instrumento urbanístico (y de gestión) que apueste por la autenticidad y que atienda con rigor todas las necesidades de protección y puesta en valor del patrimonio cultural (material e inmaterial) de la ciudad y de su entorno rural.
Aunque dotarse de dicho instrumento urbanístico y llevarlo a cabo requieran de una gran valentía política, de una continua gestión patrimonial y sobre todo de mucha pedagogía durante años, sin embargo, animo a sus autoridades a tener altura de miras y que aprendan de las buenas prácticas que otras ciudades similares ya vienen llevando a cabo durante años con óptimos resultados.
Pues bien, a pesar de que hace ahora casi un año de aquella visita a Campo de Criptana, el hecho de que hoy la saque a colación tiene que ver con un reciente mensaje recibido de parte de Francisco Manuel por el que me informa que Campo de Criptana va a ser sede de un curso de verano de la Universidad de Castilla-La Mancha los próximos 24 y 25 de septiembre de 2024, en el marco de las acciones de su Plan de Sostenibilidad Turística en Destino. Con este cuersos se busca:
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identificar buenas prácticas en relación con el binomio patrimonio cultural y turismo que permitan la sostenibilidad social, ambiental y económica en la gestión comunitaria del patrimonio cultural inmaterial.
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