Dicen que la comarca de La Alpujarra (provincias de Granada y Almería. Andalucía, España) es una y son mil, por eso muchos se refieren a ella en plural: “Las Alpujarras”, porque siendo un espacio que geográficamente estaría perfectamente delimitado -ese espacio abrupto que mira hacia el sur y que lo delimitan el macizo de Sierra Nevada por el norte y la costa del mar Mediterráneo por el sur- sin embargo es tal su riqueza natural, paisajística y cultural que, dentro de su uniformidad, también podríamos hablar de una Alpujarra por cada pueblo, una por cada valle, una por cada estación e incluso una por cada estado de ánimo del que la visita.
Una Alpujarra que también está llena de contrastes y si no miremos a esa en la que predominan los tonos verdes de los castaños y los prados; o a esa otra en la que se suceden las suaves lomas de los almendros y los viñedos... Pero siempre bella y embaucadora, como pregona cualquiera que la visita.
Pero, amigo lector, hoy te quiero hablar de otra de las características de esta tierra que hace ya tantísimos años que me atrapó. Quiero reflexionar contigo sobre algo muchísimo más mundano: lo trabajoso que todo se les pone siempre a sus gentes. Que de eso sé un rato.
¿Será porque fueron el último bastión conquistado del Reino de Granada? Pssss, mucho me parece que es remontarse para buscar una explicación… Yo creo que tiene que ver más con el hecho de que sus municipios son generalmente muy pequeños. Siempre cerca del cielo, sí, pero también lejos, muy lejos, de las grandes ciudades, lo cual según para qué cosas es malo.
Pero, bueno, aunque esas cuestiones geográficas e históricas claro que podrían influir en el asunto que te expongo, en realidad lo que padecen los pueblitos de La Alpujarra no es muy diferente que lo que padecen el resto de los pueblos del mundo rural. Esa tierra de nadie a la que le cayó recientemente un sobrenombre que le viene que ni pintado: “La España Vaciada”.
Se trata de municipios con una limitadísima capacidad de gestión y menores recursos y que, sin embargo, deben gestionar el día a día en un contexto administrativo cada vez más complejo, más kafkiano y más absurdo…
- Si, si, Juan Carlos, mira que te gustan los requiebros, pero... ¿A dónde quieres llegar?
Mira, es que hoy estoy bastante sensible, porque aunque de lo que te quiero hablar finalmente ha ido bien, bien… ha sido tantísimo el esfuerzo para llegar a algo tan obvio que... Pero me explico: Me estoy refiriendo a algo relacionado con el municipio de Albuñol, capital de la Sierra de la Contraviesa. Un pueblo grandote para los que se estilan por allí, que está encajado entre las montañas a pocos kilómetros de la desembocadura en el mar de la Rambla que lleva su nombre.
Pero te cuento: En 1999, tras varios años de arduo trabajo el ayuntamiento culminó su plan urbanístico (NNSS de Planeamiento) y en dicho plan se reconocía la existencia de valores singulares en su Casco Antiguo (eso está bien) lo cual merecería un trabajo mucho más detallado a fin de garantizar el mantenimiento de sus características tradicionales. Hasta ahí, normal… Pero lo que ya no fue tan normal es que, por exigencia de los órganos urbanísticos provinciales responsables de su aprobación, el plan municipal tuvo que dejar en blanco todo el espacio central de Albuñol a la espera de que se hiciera, más adelante, “un Plan Especial” específico que regulase todo el Casco Antiguo. Es decir: ¡Más de medido pueblo aparecía así, dibujado en blanco en los planos, como si se tratase del agujero de un Donut! Con el agravante de que entre tanto solo se podrían hacer pequeñas obras en los edificios ya existentes...
¿Alguien lo entiende? Ainsssss.
Y para complicar las cosas, en seguida llegó una nueva ley andaluza que lo puso todo patas arriba (la LOUA fue aprobada en 2002) ya que nueva ley + rigidez de aplicación + criterios interpretativos personales + administración nada cercana + administración nada presta a la concertación constituyeron un coctel demasiado explosivo. Y así, pasó lo que pasó: que el Plan Especial del Casco Antiguo de Albuñol se convirtió en una pesadilla… (Por cierto, como tantos otros planes especiales programados con tan poco tino en aquella misma época -y por tanto cuñas de la misma madera– como serían el caso de Guadix, Alhama de Granada, Santa Fe o Castril, por ejemplo).
Algunos años después, casualidades de la vida, recalé con mi equipo en este municipio porque “estaban ya muy aburridos” con esta situación, así que me encomendaron diseñar aquel controvertido Plan Especial… Pero voy a abreviarte la década y pico de trabajos complicados y me voy a ir al final:
- Hace apenas unos días, tras 12 AÑOS de infructuosos trabajos, el Plan Especial del Casco Antiguo de Albuñol al fin ha sido aprobado definitivamente y en breve entrará en vigor, y con lo que se da fin a un episodio complejo y tedioso del que felizmente ya se ha pasado página.
Pero te voy a ser sincero: Es verdad que me encuentro muy orgulloso del resultado técnico desarrollado, pero más orgulloso aún me encuentro de la fe municipal y de su tesón, por eso quiero felicitar públicamente a todo el ayuntamiento de Albuñol, aunque mi abrazo efusivo lo personalice en María José, su brava alcaldesa; en Francisco, su secretario general, y en Manolo, el técnico municipal, ya que juntos hemos sido los sufridores principales de todo este largo proceso. En definitiva, felicitar a los vecinos de Albuñol, porque a partir de ahora los trámites administrativos les va a ser mucho más sencillos.
Muchas veces me dicen que será que a mí “solo me tocan” los municipios en los que todo es trabajoso y difícil. Será… O será que “se me pegan”. O también podría ser, simplemente, que “yo me pego a ellos” … ¡Ja, ja, ja!
Yo creo que hay una explicación mucho más fácil: Que los retos no hay que rehuirlos sino todo lo contrario: Los retos hay que afrontarlos con profesionalidad y con paciencia, sabiendo soñar el desarrollo de ciudades comprometidas.
Lo dicho, ¡Felicidades ALBUÑOL!