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Históricamente, cada nueva ley "del suelo" ha despertado grandes expectativas en muchos que las utilizamos en el día a día y desde diferentes ópticas. No obstante, es habitual leer en sus exposiciones de motivos que vienen a reducir la burocracia, amén de poner en valor la función social y el interés general del urbanismo y la ordenación del territorio. Ahora bien, lo complicado es convertir las palabras en hechos y en esta nueva ley, la cual no juzgo hasta experimentar su "vida útil", cobra más que nunca importancia que pronto tengamos un reglamento de planeamiento y de gestión del siglo XXI, junto con la revisión/adaptación del reglamento de disciplina, que clarifique a todos los agentes su aplicación práctica.