Pepa, una muy buena amiga gaditana, quizás apreciando tristeza en mi corazón a pesar de mis generosas sonrisas, me sugirió hace unas semanas que hiciese un ramo con algunas ramas del laurel de mi molino (Ferreira, Andalucía, España) y que lo atase con un lazo blanco… porque serviría para atraer hacia mí solo cosas bonitas…
Y el caso es que resulta que yo no me había dado cuenta hasta ayer de que, en efecto, desde entonces, han ido cerrándose, para bien, numerosas historias que viví o de las que fui testigo. Es como si diversos versos sueltos de mi vida fueran encontrando su mejor estrofa. Historias que precisaban de un buen final o círculos que anhelaban ser cerrados…
Recordareis que hace unos días, por ejemplo, gocé viviendo el final de una historia tan bella y entrañable que quise compartirla con vosotros: https://laciudadcomprometida.eu/lo-que-sienten-mis-pensamientos/268-un-final-tan-bello-y-entranable-que-no-podras-perderte-o
Pero es que también ayer, de manera inesperada, volvió a sucederme algo así, volviendo a la palestra una historia, bonita como ella sola, que viví hace ahora diez años en Montevideo, cuando, tras almorzar en el Mercado Viejo, conocí a un librero que me habló, por casualidad, de Jacobo Camarero.... y de repente me vi atrapado en una entrañable historia que sucedió porque era bueno que sucediera… Os la recuerdo brevmente:
Paseaba por la ciudad colonial y, sin razón alguna, entré a olisquear en una destartalada tienda que exponía libros y discos locales tras el escaparate. Me recibió con educación Gustavo, quien rápidamente captó mi atención. ¿Por qué? Bueno, eso es parte de la historia.
El caso es que al poco de entrar Gustavo ya nos narraba su amistad con una chica española de Sevilla de la que acababa de tener noticias después de varios años. y me contó, casi en confidencia que, precisamente, hacía unos días que había muerto el padre de Inma, un tal Jacobo Camarero, y esa era la razón por la que su amiga le había escrito para desahogar su dolor narrándole la historia de su padre… un hombre bueno que, por lo visto, hizo tanto y tanto bien cuando era joven que, recientemente, le habían honrado dando su nombre a la principal avenida de Albolote (un municipio de la metrópoli de Granada, España).
Y fue en ese justo momento cuando comprendí por qué me era familiar ese nombre, ya que acababa de recibir un encargo especial: diseñar las paradas del Metropolitano de Granada, cuyo prototipo sería precisamente la primera parada de la línea 1… ¡La Parada Jacobo Camarero, en Albolote! Bueno, como comprenderéis, ya fue inevitable que nos narrara en detalle la historia de ese hombre tan especial con el que también nosotros ya nos encontrábamos vinculados…
Comprenderéis que me sentí sobrecogido… nada había sido por casualidad, y todo estaba sucediendo porque era bueno que sucediera…
Y recuerdo que al llegar a España escribí a Inma pidiéndole que visitase este blog (La Ciudad Comprometida) en el día de Navidad de 2009, porque había decidido regalarle (y también compartir con todos vosotros) una bonita historia: https://granadablogs.com/gr-arquitectos/2009/12/25/hoy-quiero-contaros-una-bonita-historia/
y con su publicación surgieron algunos comentarios como estos:
- Inma escribió: “Maravilloso! ¡Un precioso regalo de navidad! Un abrazo”
- y Gustavo: “Gracias por tu saludo de Navidad. He leído tu relato sobre la historia de Jacobo Camarero, la estación que lleva su nombre, y de cómo nos vinculamos Inma y yo, contigo, aquel mágico día en la Ciudad Vieja de Montevideo, cerca del Mercado del Puerto… ¡Qué lindo tu relato! y como vos decís, esos encuentros suceden porque deben suceder, y porque gente linda como nosotros debe encontrarse; porque esos son los pequeños-grandes premios que nos da la vida entre tanta adversidad y porque la distancia y el océano no son un obstáculo para tan nobles sucesos. Sabés que yo no conocía la cara de Jacobo Camarero y veo su foto por primera vez en tu artículo. Se le ve cara de bueno y positivo como su hija Inma. Que la magia continúe, que la historia no se olvide…”
- o Mateo (que es como un hermano ya que lo conocí en un internado de Valencia -la «laboral» de Cheste- cuando ambos teníamos 11 años y ya convivimos durante seis años más… Fíjate que ambos habíamos vivido a unos metros el uno del otro en Guadix, sin conocernos… Hoy Mateo es un insigne biólogo y escritor que vive en Mallorca) y me escribió: “el mundo es un pañuelo, y a veces incluso no es de lágrimas… Recuerdo con cariño el escaparate de la tienda de tu padre cada vez que iba al colegio, cuando aún no te conocía, y recuerdo con más cariño aún los años que pasamos juntos en "la laboral"...
y os cuento todo esto porque resulta que hace dos días recibí un inesperado mensaje de Inma Camarero anunciándome que pasaría por Guadix y que quería saludarme. Por eso ayer, al fin, diez años después, nos conocimos…
Supongo que imaginareis el largo, apretado y enternecedor abrazo que nos dimos al vernos en presencia de su hija Julia, que con seguridad percibió el cariño que había entre nosotros. Al igual que también su abuelo Jacobo, seguramente, en ese momento, desde algún lugar remoto, nos estaría sonriendo…
Por eso, querida amiga Pepa, yo te mando a tí otro abrazo igual de apretado.